7 oct 2009

Nos seguimos encontrando, en alguna parte

7 oct 2009
Con motivo del cuadragésimo aniversario de la grabación del primer simple de La Cofradía De La Flor Solar, se reedita en CD el álbum homónimo de 1971 junto a cuatro de los temas de la primigenia sesión de 1969.



Los sueños no son puras invenciones. Algo está flotando en el aire para que soñemos. Y, más precisamente, hay historias que se convierten en sueños. Como ideales del inconciente colectivo que revolotean como mariposas en las mentes de cada generación.

A fines de los años sesenta, en esta ciudad de La Plata, un grupo de estudiantes del interior, sin dinero, sin recursos ni tradición inventaron el sueño. Un colectivo de artistas, autosustentables y sin otro límite que la propia creatividad. La primera fundación del rock platense tuvo su epicentro en la Facultad de Bellas Artes con chicos de veinte años que venían de Entre Ríos a estudiar y terminaron fundando una escuela de principios artísticos que se revitalizó en Los Redondos y Virus, en Embajada Boliviana y Peligrosos Gorriones y que hoy está en plena vigencia con normA, Mostruo! y Él Mató A Un Policía Motorizado, entre otros.

La Cofradía De La Flor Solar tuvo su semilla en Nogoyá, Entre Ríos. Allí, Morcy Requena, Kubero Díaz, Manija Paz y Carlos Gómez tenían un grupo musical (como se decía en aquel entonces) llamado Los Grillos. Tocaban en todas partes todo el fin de semana, de jueves a domingo en clubes, bares, plazas. Una típica historia beatle. Terminado el colegio, Morcy y Manija se trasladaron a La Plata persiguiendo una carrera universitaria, el primero la de periodista y el segundo el de licenciado en bellas artes.
Pero los avatares de la ultraconservadora Revolución Argentina tenía otros planes para ellos. El 29 de junio del ’66 la Policía Federal ingresó a las facultades de la UBA y sacó de allí a “los elementos rojos” que reclamaban la reinstauración del cogobierno en la universidad. Además, el gobierno militar ordenó cerrar los comedores estudiantiles de todas las universidades nacionales.
En La Plata, la persecución resultó el empujón definitivo para que Requena y Paz, junto a Néstor Candi, Hugo “Pascua” García, “El Mono” Cohen y algunos y algunas más pusieran la piedra fundamental del mito de La Cofradía De La Flor Solar. Juntos, los jóvenes estudiantes alquilaron una casona antigua que daba a la avenida 122, de modo que la convivencia abaratara la vida de cada uno de ellos y materializara el sueño de muchos.


Una casa con mil flores
Pronto, el reducto de la juventud descarriada se convertiría en una olla donde bullían todas las expresiones artísticas posibles: plástica, cine, teatro, escenografía, música, poesía. Un convite de creatividad que sustentó el ímpetu de Morcy y Manija, a los que se sumarían sus coterráneos Kubero Díaz, Néstor Paul y Rubén “Tzocneh” Lezcano, el primero guitarrista sub-veinte y los otros dos compadres en la agrupación Los Batman. Morcy y Manija fueron a buscarlos a Entre Ríos; argumentaban que Kubero era imprescindible para la calidad musical que La Cofradía debía alcanzar. No se equivocaban.

Pero como esta historia tiene miles de recovecos, de sub-historias tan increíbles como la general, hay que decir que el grupo musical La Cofradía De La Flor Solar ya había nacido. Y de la mano de Pipo Pescador. Sí, no hay ningún error de tipeo ni extravío mental en el autor. Pipo Fisher (más tarde Pipo Pescador) lideró, con su acordeón, a la primera Cofradía: un grupo de percusión compuesto por los cofrades Manija Paz, Hector Candi y Abel Faccelo que se presentó por única vez en Punta Lara en 1967. Cuando terminó la presentación, los llevaron presos.

La historia “oficial” de La Cofradía De La Flor Solar, la banda de rock, tiene su hito fundante el día de la primavera de 1968, cuando el trío entonces compuesto por Morcy Requena en bajo y voz, Manija Paz en batería y Hugo “Pascua” García en guitarra toca por primera vez en La Plata. La llegada de Kubero, en 1969, retraerá a Pascua a la segunda guitarra hasta su partida al Amazonas, donde (en otra historia increíble) encontraría la muerte.

El trío Morcy-Manija-Kubero sería, entonces, la formación clásica de La Cofradía y el núcleo musical de las grabaciones de la banda que ahora se reeditan. Porque, como contó El Mono Cohen en una entrevista con Alfredo Rosso en 1996, no sólo los tres músicos eran la banda: “El clima de las sesiones era como todas las cosas que hacíamos en la Cofradía. Iba toda la familia. Parecía que llevábamos el gato, los colchones... Cuando había giras viajaba gran parte de la comunidad, era como una manifestación. Y en los estudios también. Se sentaban, prendían los inciensos, algunos se fumaban un porro, otros comían pasteles... las chicas traían grandes tortas... En fin, el clima era bien de la época. Por eso hay muchos agradecimientos en la tapa del disco”.

Pero antes del disco se grabó un simple grabado por RCA en 1969, de cuyas sesiones la reedición rescata “Oda al abuelo mufado” y “Te deslizaste en mi costado”, además de los lados A y B del EP, “La mufa” y “Sombra fugaz por la ciudad”, dos temas del dueto compositivo Candi-Díaz. En esos días, cuenta Morcy Requena, la banda “estaba en plena fiebre compositiva” y aplomada en sus performances luego de protagonizar “Las 30 Horas de Rock”, otra mini historia increíble que presta el primer ejemplo de festival de rock en el país, en La Plata e ideado por El Mono Cohen. Allí tocaron (además de La Cofradía), Arco Iris, Pajarito Zaguri, Hielo, Manal y unos jóvenes con carita de nene que tenían un grupo beat llamado Almendra. Y hete aquí otra micro historia de desencuentros: por medio de Cohen y Luis Creus (otro cofrade) los Almendra y La Cofradía se habían conectado, colaborando mutuamente en la organización de fechas y la logística tan precaria de entonces. Los cofrades habían logrado que los porteños le prestasen sus equipos para tocar, lo que potenció mucho su música y su fama en el ambiente. Pero, de algún modo, la banda de Spinetta, García, Del Guercio y Molinari retrasaría los tiempos de La Cofradía: “muy pronto vimos que (en RCA) perdían el entusiasmo; ya no nos daban horarios, la cosa se demoraba demasiado… Fue entonces cuando descubrimos que en esos días también estaba grabando Almendra, y en esa época, si vos eras del mismo ‘palo’, te cajoneaban y se concentraban en uno solo de los artistas”, recuerda Morcy.
Almendra editaría su primer álbum y La Cofradía su EP, pero con material como para registrar un larga duración.

Billy se suma a La Cofradía
El concepto de comunidad que manejaban los cofrades no implicaba una restricción sino todo lo contrario. En ella convivían infinidad de expresiones artísticas (la cofradía creo una ópera-rock, obras de teatro, construyó sus propios instrumentos musicales y un proyector de aceite, por ejemplo) e individuos. Con el tiempo, se sumarían a La Cofradía “La Negra” Poli, los hermanos Beilinson, (Skay, Guillermo y Daniel) Bernardo Rubaja (que tocaba el órgano Hammond) y Topo Daloisio (que, como los primeros, formaría parte de uno de los futuros engendros paridos por la comunidad: Patricio Rey Y Sus Redonditos de Ricota), entre otros.
Otros “pasaban largas temporadas” en la casona de 122. Fue el caso de los Manal Javier Martínez y Alejandro Medina (que conocería a su primera esposa aquí) o de Billy Bond quien, finalmente, sería el detonante del álbum de La Cofradía. Billy Bond, mientras lideraba el proyecto de La Pesada (en el que La Cofradía colaboraría), buscaba nuevas bandas para el mítico sello Mandioca. La fuerza en vivo del trío hizo que los incluyera en el compilado “Pidámosle Peras a Mandioca” (que también se reedita por estos días) y que vería la luz en 1970. Ese mismo año, Bond le consigue a la banda treinta horas gratuitas en los estudios del sello Microfón y los músicos registran lo que a la postre sería un clásico del rock argentino.

El disco tuvo originalmente ocho temas compuestos en su mayoría por el dúo Kubero Díaz-Néstor Paul, a excepción de “Se ama o no se ama”, de Requena. Los músicos fueron Morcy Requena en bajo y voz, Kubero Díaz en guitarras y voz y Manija Paz en batería y percusión. También hicieron sus incisiones Quique Gornatti y Skay Beilinson, quien prestó su talento en la guitarra y alguno de los equipos que trajera de Europa para Diplodocum Red & Brown. La lista de “apoyo logístico” es, por supuesto, muy extensa.

Durante el disco el trío fluctúa en distintos climas, algunos propios del origen litoraleño de los músicos y otros ajenos como el “sonido San Francisco” de Jefferson Airplane; y acusa los primeros golpes de la influencia de bandas como Cream o The Jimi Hendrix Experience.

Hoy, el disco de 1971 se reedita junto a los cuatro temas registrados para el simple de RCA en 1969 y “Juana”, la canción que se incluye en el compilado de Mandioca. El arte visual rescata aquella portada típica de la época dibujada por Kubero Díaz y en el interior un grabado de Cohen que contrapone a “los gordos” de la opulencia y el materialismo frente a los cofrades que, flacos y hambrientos, abren la puerta a un gordo (Billy Bond) que les traería la prosperidad…

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