Pasamos años cavando con palas pequeñas y frágiles. El tiempo corría y nuestras herramientas se hacían cada vez más pequeñas y más frágiles. Pero cavar cada vez el mismo hoyo para encontrar siempre el mismo metal se tornó aburrido.Escapamos.
Éramos concientes de que nuestra huída enfurecería a los dioses, cosa que ocurrió. Entonces, cuando miramos hacia atrás vimos bandadas enteras de aves negras enfurecidas que volaban para atraparnos y nubes que avanzaban para obnubilarnos. Sabíamos que la vida real no era normal. No pregunten cómo nos salvamos de las fieras, pero nos salvamos. De las nubes también.
Ya no será necesario excavar siempre la misma tierra, pensamos, y nos pusimos felices. Pero los dioses no, no nos perdonaron. Quisimos pactar. En tales condiciones un trato no le viene mal a nadie. Pero los dioses son los dioses; y se negaron a llegar a un acuerdo con dos mortales deseosos de saber qué hay más allá de las tierras de Deméter.
Seguimos corriendo, porque estaban furiosos. Nos perdimos.- ¡Señor! ¿Dónde estamos? – le preguntamos a un fotógrafo que pasaba.- Están en la rue de Huchette.- dijo, sin despegar la mirada de la minúscula pantalla que le colgaba del cuello.
El fotógrafo siguió su camino. Anochecía. Nunca nos miró. Siguió, con la cámara bamboleándose sobre su estómago. Pero nosotros sí lo miramos, y de repente vimos también que un fuego sin color avanzaba por la rue: otra vez los dioses. Corrimos desesperados, éramos demasiados jóvenes para morir.
Malas noticias: el fuego sin color que corrió al anochecer por la Rue de la Huchette nos alcanzó. Buenas noticias: no morimos. Pero ardemos. Soportando la quemadura, encontramos a un hombre muy flaco, alto y barbudo que nos dijo que ardemos dentro y fuera. Ardemos en nuestra obra, incurables, perfectamente incurables.
Ahora sabemos que nadie nos curará del fuego sordo, del fuego sin imagen que corre al anochecer por la rue de la Huchette. Cuando seamos poderosos, tomaremos venganza contra los dioses. Pero ese es otro cantar. Bienvenidos a la rue de la Huchette. Transiten con cuidado. Y a su suerte.
Los bicéfalos.
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