28 sept 2009
23 sept 2009
17 sept 2009
Festival FLIA
17 sept 2009
La galería de techos altos del Olga Vázquez se abrió a la música de Sr. Tomate, Tropel, Primer Hombre Internacional y Vatangueando como cierre al primer encuentro FLIA en La Plata.
La Feria del Libro Independiente y Autogestionado arribó por primera vez a La Plata. Durante el sábado 12 y el domingo 13, la avenida 60 entre 10 y 11 cambió su chatez silenciosa por un enjambre de jóvenes artistas y feriantes dando a conocer sus textos, sus pequeñas editoriales y todo tipo de chucherías que nuestras abuelas catalogarían, hororrizadas, de porquerías.
Un chico vendía libros de una colección de textos anarquistaa ocho pesos.
- Este cuánto sale.
- Ocho pesos - Era uno de Bakunin.
- ¿Y este?
- Ocho, todos salen ocho - Era uno sobre las comunidades de obreros rusos en los primeros años de la Revolución.
- Bueno, dame este.
Entre las publicaciones más conocidas, estaban Hecho en Buenos Aires y Revista Sudestada. Mayormente, la oferta era porteña y extrañó no ver las muchas publicaciones locales que nada tienen que enviadiarle a éstas.
- ¿Ustedes son de acá?
- No, somos de capital - El muchacho, con camiseta de la feria (uno podía hacerse una al instante, comprándosela a un hombre manchado de pintura que había traído su arcaica máquina de estampar y la había instalado sobre la vereda, justo al lado de la puerta del Olga Vázquez), me había vendido su revista, que se llama Qué y que está bastante buena.
- Ah. Y editoriales o publicaciones de acá no hay.
- Creo que no... lo que pasa es que la organización es toda de allá.
Ok. Pensaba hallar más cosas, cuantitativamente, digo. La oferta es variada y relamente de colección: hay una editorial, por ejemplo, que produce libros artesanalmente al punto de que no existen dos iguales. Publican textos de vagabundos bolivianos, alcohólicos colombianos muertos y cronistas ignotos en libros de papel reciclado y tapas de cartón. Y para los que quieren sentirse especiales, una señora de con la camiseta de Boca puede ilustrarle su edición en el momento y a su gusto e inspiración.
Muchos otros improvisan. Un joven de lentes y zapatos pesados estaba sentado frente a una diminuta máquina de escribir, sobre la que pesaba una cartel que anunciaba "poemas en el acto por $1". Nadie se le acercaba, pero sí que escribía. Otro, de gesto consternado y campera dos talles más grande que su cuerpecito ondulado, tomó el micrófono frente a la mesa de tortas caseras y comenzó a leer sus poemas. Luego a gritarlos y, más tarde, a llorarlos. Un nena, de cinco o seis años lo miraba, incrédula de que su madre se riera de la situación.
A partir de la medianoche había fiesta. Las galerías del Centro Social y Cultural Olga Vázquez lucían atestadas de gente que, en una noche frescas de esas que habíamos creído haber dejado atrás, gozaría de una oferta musical que daría el sello platense a la feria.
El Centro Olga Vázquez es un lugar que concentra diferentes espacios de militancia social y cultural, que posee su bilbioteca y su actividad cotidiana. Se halla en un caserón tomado sobre la avenida 60 que tiene un hermoso parque interno, que es el corazón de la manzana y que alberga (muy a menudo) fiestas y encuentros organizados por quienes sostienen el centro u organizaciones afines. El objetivo, claro, es lograr la expropiación definitiva del lugar para que el espacio, tanto físico como social y cultural, no peligre ante las eventualidades de los poderes constituidos.
Comenzó la velada en la galería el cuarteto Vatangueando, con sus milongas deshinibidas y sus tangos criollos en la línea de La Guardia Hereje. El Chino, El Tero Di Tomasso y sus músicos supieron ganarse un público poco preparado para un espectáculo de su tipo. Referencias a los fetiches perdidos del menemismo, reivindicaciones orgullosas de "los grasa" y humor en canciones que nadan en un dúo de guitarras que a veces huele a naftalina y desenpolva la vitrola.
El set rockero fue abierto por Primer Hombre Internacional y continuado por Tropel, un cuarteto eléctrico que, para este humilde cronista y muchos de los que allí estaban, fue una gratísima revelación. Cuatro pibes sub23 que supieron transformar su admiración casi enfermiza por Spinetta en interpretaciones exactas, cuidadas, serias y personales. Bastaría con decir que las canciones de El Flaco matizadas por los cuatro músicos captó hipnóticamente a casi todo el público tan sólo con su sonido, su particular belleza.
El cierre sería de Sr. Tomate; Poli y su folk psicótico, de canciones desesperadas e infantiles. Luego de giras por el sur del país y muchas presentaciones porteñas, una de las bandas apadrinadas por Shaman Herrera fue celosa en el ajuste del sonido y pudo dar uno de esos shows movilizantes que acostumbran dar. Pasaron Infarto, Ritmo de Vida, Hormiga y otras tantas que ya son cantadas al unísono por no pocos seguidores que sonrojan a Poli con sus gritos de admiración. Seguramente no lo querrá, pero la líder de Sr. Tomate ya es toda una rockstar. No en el sentido capusotteano, sino en aquel que destaca las interpretaciones sentidas, la sensibilidad a la hora de escribir y la capacidad casi mística de convocar tan sólo con la presencia.
Con poco tino, el musicalizador desconectó a Sr. Tomate y puso a la Bersuit. Muchos puteamos y nos fuimos. Otros se quedaron bailando.
Un chico vendía libros de una colección de textos anarquistaa ocho pesos.
- Este cuánto sale.
- Ocho pesos - Era uno de Bakunin.
- ¿Y este?
- Ocho, todos salen ocho - Era uno sobre las comunidades de obreros rusos en los primeros años de la Revolución.
- Bueno, dame este.
Entre las publicaciones más conocidas, estaban Hecho en Buenos Aires y Revista Sudestada. Mayormente, la oferta era porteña y extrañó no ver las muchas publicaciones locales que nada tienen que enviadiarle a éstas.
- ¿Ustedes son de acá?
- No, somos de capital - El muchacho, con camiseta de la feria (uno podía hacerse una al instante, comprándosela a un hombre manchado de pintura que había traído su arcaica máquina de estampar y la había instalado sobre la vereda, justo al lado de la puerta del Olga Vázquez), me había vendido su revista, que se llama Qué y que está bastante buena.
- Ah. Y editoriales o publicaciones de acá no hay.
- Creo que no... lo que pasa es que la organización es toda de allá.
Ok. Pensaba hallar más cosas, cuantitativamente, digo. La oferta es variada y relamente de colección: hay una editorial, por ejemplo, que produce libros artesanalmente al punto de que no existen dos iguales. Publican textos de vagabundos bolivianos, alcohólicos colombianos muertos y cronistas ignotos en libros de papel reciclado y tapas de cartón. Y para los que quieren sentirse especiales, una señora de con la camiseta de Boca puede ilustrarle su edición en el momento y a su gusto e inspiración.
Muchos otros improvisan. Un joven de lentes y zapatos pesados estaba sentado frente a una diminuta máquina de escribir, sobre la que pesaba una cartel que anunciaba "poemas en el acto por $1". Nadie se le acercaba, pero sí que escribía. Otro, de gesto consternado y campera dos talles más grande que su cuerpecito ondulado, tomó el micrófono frente a la mesa de tortas caseras y comenzó a leer sus poemas. Luego a gritarlos y, más tarde, a llorarlos. Un nena, de cinco o seis años lo miraba, incrédula de que su madre se riera de la situación.
A partir de la medianoche había fiesta. Las galerías del Centro Social y Cultural Olga Vázquez lucían atestadas de gente que, en una noche frescas de esas que habíamos creído haber dejado atrás, gozaría de una oferta musical que daría el sello platense a la feria.
El Centro Olga Vázquez es un lugar que concentra diferentes espacios de militancia social y cultural, que posee su bilbioteca y su actividad cotidiana. Se halla en un caserón tomado sobre la avenida 60 que tiene un hermoso parque interno, que es el corazón de la manzana y que alberga (muy a menudo) fiestas y encuentros organizados por quienes sostienen el centro u organizaciones afines. El objetivo, claro, es lograr la expropiación definitiva del lugar para que el espacio, tanto físico como social y cultural, no peligre ante las eventualidades de los poderes constituidos.
Comenzó la velada en la galería el cuarteto Vatangueando, con sus milongas deshinibidas y sus tangos criollos en la línea de La Guardia Hereje. El Chino, El Tero Di Tomasso y sus músicos supieron ganarse un público poco preparado para un espectáculo de su tipo. Referencias a los fetiches perdidos del menemismo, reivindicaciones orgullosas de "los grasa" y humor en canciones que nadan en un dúo de guitarras que a veces huele a naftalina y desenpolva la vitrola.
El set rockero fue abierto por Primer Hombre Internacional y continuado por Tropel, un cuarteto eléctrico que, para este humilde cronista y muchos de los que allí estaban, fue una gratísima revelación. Cuatro pibes sub23 que supieron transformar su admiración casi enfermiza por Spinetta en interpretaciones exactas, cuidadas, serias y personales. Bastaría con decir que las canciones de El Flaco matizadas por los cuatro músicos captó hipnóticamente a casi todo el público tan sólo con su sonido, su particular belleza.
El cierre sería de Sr. Tomate; Poli y su folk psicótico, de canciones desesperadas e infantiles. Luego de giras por el sur del país y muchas presentaciones porteñas, una de las bandas apadrinadas por Shaman Herrera fue celosa en el ajuste del sonido y pudo dar uno de esos shows movilizantes que acostumbran dar. Pasaron Infarto, Ritmo de Vida, Hormiga y otras tantas que ya son cantadas al unísono por no pocos seguidores que sonrojan a Poli con sus gritos de admiración. Seguramente no lo querrá, pero la líder de Sr. Tomate ya es toda una rockstar. No en el sentido capusotteano, sino en aquel que destaca las interpretaciones sentidas, la sensibilidad a la hora de escribir y la capacidad casi mística de convocar tan sólo con la presencia.
Con poco tino, el musicalizador desconectó a Sr. Tomate y puso a la Bersuit. Muchos puteamos y nos fuimos. Otros se quedaron bailando.
7 sept 2009
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