El último JuevesdeMiércoles de 2009 trajo a la ciudad de la vanguardia indie-noise al cantautor de más alta fidelidad del último tiempo. Juan Ravioli estuvo entre nosotros, festejando su cumpleaños y tocando con sus amigos los temas de su primer disco, su segundo y hasta su futuro tercero.
Juan Ravioli había llegado a la esquina de 17 y 71 quince días antes. Aquella noche, su larga figura había subido al escenario en compañía de sus amigos de Mostruo!. Tenía razones para estar feliz: esa misma semana había recibido el Premio Clarín a la revelación del año en rock... Justo, si no fuera porque Ravioli tiene poco de revelación luego de dos discos exquisitos y un ruedo musical que lleva al menos una década. Esa noche, con Mostruo! jugó a ser Carlos Cutaia, se animó con dos temas propios en un intermedio y refundó un clásico: El Mejor Plan Del Mundo en formato acústico. Y anunció que volvería.
Quince días después, en otra noche cálida de jueves en Meridiano V, otra vez la figura basquetbolísitca de Ravioli estaba cantando El Mejor Plan Del Mundo. Pero esta vez tenía su guitarra acústica colgada y una banda propia detrás.
Para los que no lo conocen, Juan Ravioli es una de esas personas indisociables de su obra. Ravioli es, antes que nada, músico. Y toda su existencia parece estar dedicada e imbuida de y por ello, voluntariamente o por inercia. De hecho, dice, la música es "Mi mejor juego para digerir el mundo".Nacido en 1981, editó sus canciones por primera vez con un trío llamado París 1980, el cual se disolvió a fines de 2003. Desde entonces, Ravioli participó en múltiples proyectos amigos, como el excelente y casi mítico "Flopa-Manza-Minimal" en 2003, Música para Niños, o discos de Pez, Pequeña Orquesta Reincidentes, Pablo Krantz, Valle de Muñecas o Lucas Martí, entre otros.
Luego de acumular experiencia y coraje para llevar adelante sus ideas y "haber aprendido, a la fuerza, que a veces es mejor ir sólo", Ravioli se largó en solitario. Para 2006 ya tenía suficientes canciones propias para grabar y así lo hizo. Ese año vió la luz "Álbum para la juventud Vol. 1", un disco con aire folk y guiños al rock inglés, desde The Beatles hasta Coldplay, pero inequívocamente argentino. Rodeada de prolijísimas orquestaciones o sólo una guitarra acústica, la voz susurrante de Ravioli capta como un hipnotismo.
Así fue la primera vez. Aquella noche de verano, en La Fabriquera, este cronista conoció la voz de un tipo largo que se encorvaba frente a un solitario micrófono. Presencia recurrente: Mostruo!. Íbamos a oír rock, el rock visceral e "irreflexivo" de la banda platense. Pero aquellas canciones, susurradas al micrófono y aterciopeladamente interpretadas en la guitarra, hipnotizaron a quien escribe.
El adiestrador de serpientes era el mismo Ravioli que inició su show con su versión de estridente rock de Mostruo! y con una introducción made in Almendra. En consonancia con la política de Spinetta, Ravioli tocó al principio los "temas nuevos", del que se destaca uno que ya no lo es tanto: "Alta fidelidad" y que su autor prometió incluir en el próximo álbum. Luego, se sucedieron canciones de su primer disco y del segundo "Álbum para la juventud Vol.2", editado este mismo año. Más corto y notoriamente consecuente con su antecesor, en Vol.2 Ravioli suelta más su pluma en las letras y muestra una faceta más experimental en lo musical, pero manteniendo la brillantez de cada sonido, de cada intervención.
Del Vol.1 sonaron Desatando nudos, La ausencia, entre otros; y de Vol.2 pudimos oír Perdido (Perro de Casa), Benteveo, Son días felices, entre varios más.
Como en el disco, Ravioli y su banda suenan en un equilibrio tal que uno tiende a preguntarse si McCartney y Martin no tendrán algo que ver en esto. La música fluye de tal modo que Ravioli, profesor de arreglos en una escuela musical porteña, toca sonriendo. Lo acompañaron Fernando Pereyra en guitarra eléctrica, Alejandro Carrau en teclados, Marcos Rocca en bajo, Lucas Herbín en batería y su hermano Andrés Ravioli en trompeta, coros y percusión.
Ravioli y sus amigos tocaron hasta las tres de la mañana. Allí estaban los Mostruo!, la gente de Monoaural, que había tocado antes, su banda y nosotros, para festejarle su cumpleaños número 28.
Quince días después, en otra noche cálida de jueves en Meridiano V, otra vez la figura basquetbolísitca de Ravioli estaba cantando El Mejor Plan Del Mundo. Pero esta vez tenía su guitarra acústica colgada y una banda propia detrás.
Para los que no lo conocen, Juan Ravioli es una de esas personas indisociables de su obra. Ravioli es, antes que nada, músico. Y toda su existencia parece estar dedicada e imbuida de y por ello, voluntariamente o por inercia. De hecho, dice, la música es "Mi mejor juego para digerir el mundo".Nacido en 1981, editó sus canciones por primera vez con un trío llamado París 1980, el cual se disolvió a fines de 2003. Desde entonces, Ravioli participó en múltiples proyectos amigos, como el excelente y casi mítico "Flopa-Manza-Minimal" en 2003, Música para Niños, o discos de Pez, Pequeña Orquesta Reincidentes, Pablo Krantz, Valle de Muñecas o Lucas Martí, entre otros.
Luego de acumular experiencia y coraje para llevar adelante sus ideas y "haber aprendido, a la fuerza, que a veces es mejor ir sólo", Ravioli se largó en solitario. Para 2006 ya tenía suficientes canciones propias para grabar y así lo hizo. Ese año vió la luz "Álbum para la juventud Vol. 1", un disco con aire folk y guiños al rock inglés, desde The Beatles hasta Coldplay, pero inequívocamente argentino. Rodeada de prolijísimas orquestaciones o sólo una guitarra acústica, la voz susurrante de Ravioli capta como un hipnotismo.
Así fue la primera vez. Aquella noche de verano, en La Fabriquera, este cronista conoció la voz de un tipo largo que se encorvaba frente a un solitario micrófono. Presencia recurrente: Mostruo!. Íbamos a oír rock, el rock visceral e "irreflexivo" de la banda platense. Pero aquellas canciones, susurradas al micrófono y aterciopeladamente interpretadas en la guitarra, hipnotizaron a quien escribe.
El adiestrador de serpientes era el mismo Ravioli que inició su show con su versión de estridente rock de Mostruo! y con una introducción made in Almendra. En consonancia con la política de Spinetta, Ravioli tocó al principio los "temas nuevos", del que se destaca uno que ya no lo es tanto: "Alta fidelidad" y que su autor prometió incluir en el próximo álbum. Luego, se sucedieron canciones de su primer disco y del segundo "Álbum para la juventud Vol.2", editado este mismo año. Más corto y notoriamente consecuente con su antecesor, en Vol.2 Ravioli suelta más su pluma en las letras y muestra una faceta más experimental en lo musical, pero manteniendo la brillantez de cada sonido, de cada intervención.
Del Vol.1 sonaron Desatando nudos, La ausencia, entre otros; y de Vol.2 pudimos oír Perdido (Perro de Casa), Benteveo, Son días felices, entre varios más.
Como en el disco, Ravioli y su banda suenan en un equilibrio tal que uno tiende a preguntarse si McCartney y Martin no tendrán algo que ver en esto. La música fluye de tal modo que Ravioli, profesor de arreglos en una escuela musical porteña, toca sonriendo. Lo acompañaron Fernando Pereyra en guitarra eléctrica, Alejandro Carrau en teclados, Marcos Rocca en bajo, Lucas Herbín en batería y su hermano Andrés Ravioli en trompeta, coros y percusión.
Ravioli y sus amigos tocaron hasta las tres de la mañana. Allí estaban los Mostruo!, la gente de Monoaural, que había tocado antes, su banda y nosotros, para festejarle su cumpleaños número 28.
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