4 may 2009

¿Llegando (a) la paz?

4 may 2009

Por fin estábamos ahí. "El templo", que constaba de un patio techado y rodeado por gigantes columnas, algo que causaba la impresión de budista y pacífico como un mono degollado.

Sólo fumaban opio, y estábamos sentados formando un círculo (O eso creía yo ver; si tuviera que ser sincero nunca voy a poder especificar de qué manera se paran, sientan y mueven los monos ya que esto me tomaría meses e incluso años para analizarlo); sin pronunciar una palabra, ríendo con los ojos. Había algo burbujeando en el medio, pero a decir por las miradas y actitudes de los primates que me rodeaban ninguno sabíamos qué había ahí en el medio ni tampoco parecíamos muy interesados.

Estuvimos así no recuerdo cuánto, pero pueden haber sido muchos días, quizás miles. Cada tanto una mujer de flequillo que le decían Cleopatra, o tal vez le decíamos en nuestras mentes, ya que nunca nadie pronunció una palabra hasta el momento, sólo risas y toces, sólo hasta el momento; esta tal Cleopatra llevaba ese nombre por su aspecto y sus atuendos: un calco a la diva del Nilo. Aunque nunca ninguno le preguntó si era o no realmente Cleo-cleo-opatra la reina del Twist, no importaba, era ella y punto. Y cada tanto, no sé si cada horas o días, o semanas, venía con grandes jarrones de lechuga, una lechuga fresquísima de color casi fosforecente, habiendo veces que en el jarrón había docenas de distintos tipos de lechuga, y uno se perdía en ese mar verde y cada vez más aceitoso, y claro, ja!, todo con muchísima sal. Luego uno se quedaba dormido y extasiado con la cabeza metida en el jarrón, soñaba con víboras y despertaba ríendo y fumando opio. El jarrón desaparecía de un momento para otro sin saludar ni hacer saber que se nos iba hasta una nueva emboscada de Cleopatra. Digo emboscada porque siempre llegaba en el momento en que todos empezábamos a mirarlo a él, al insoportable, al maldito, y cuando los monos dejaban de ser pacíficos y se acercaban para devorarlo, o a veces unos minutos antes, como los perros anticipando la lluvia, aparecía Cleopatra con sus malditas jarras de lechuga, de pronto el Templo (Donde las 24 horas era de día y había SOL) se hacía de noche, ya no nos veíamos más rodeados de verdes y enormes árboles de miles de variedades y una pradera interminable que se mezclaba y perdía con bosques a lo lejos, todo eso ya no lo podíamos ver, porque había llegado la amable Cleopatra con su jarroncito de mierda lleno de porquerías y verduras, bien, la lechuga es muy rica, pero esta gente ya nos tenía cansados, y fue un día que enajenados los monos tomaron espadas y perforaron el vientre de Cleopatra una y mil veces, rebanaron su cuello y lo pusieron en las burbujas del medio, que en realidad siempre había sido una pequeña parrilla a gas artificial con carga interminable; antes de esto mataron al maldito, el personaje más nefasto que nos oprimía con su mirada angelical y su cara de enfermo "no comparto mi demencia" Māhatma Gandhi, los monos se hicieron de su piel despellejándolo vivo, y el muy maldito gritaba y maldecía, había interrumpido el silencio que tanto nos había costado limitarlo a risas y toces, tomá esto maldito Gandhi, y cada vez más furiosos devoraban su hígado en frenesí.

Recuerdo cuando era niño siempre fui un fanático de los tiburones. Libros, revistas, videos, todo lo que podía lo compraba, pedía, conseguía. Y una imagen hermosa, una de las más hermosas de las miles que nos regalan los tiburcios, era la de una ballena moribunda flotando casi en la superficie, una ballena de casi 20 metros, y docenas de tiburones devorándola en frenesí total, volando pedazos de carne de acá para allá, todos bien bien duros y zarpados revolviéndo el estómago y un poco de allá y mordiéndo todo, rabia y más rabia, miles de fibras corriendo a ciento por hora, y esto podía durar casi un día porque los tiburones se iban reponiendo y cambiaban.

Esto me acordé cuando ví a los monos merendando al maldito Gandhi, el mismo que había interrumpido nuestra paz y el que nos jodía día tras día en nuestra ronda de opio y burbujeo budista. Luego los monos se pusieron nuevamente a conversar, quizás de una manera muy afable y amena, pero poco a poco fue subiendo el tono y corriendo la mesa, compartiendo por aquí y por allá, con los miembros de Cleopatra hicieron un asado, lo llenaron de sal gruesa, y mientras lo devoraban con la mano y llevando el exquisito manjar hacia los costados de su boca para masticarlo "más mejor con las muelas" juraban no vivir más a verdura, a esa maldita verdura día y noche, de ahora en más carne y de parado, con la mano y todos zarpados, y más luego vino lo de siempre, tácticas para conquistar el mundo y ser los mejores, epcétera.

Delegado adjunta último informe-

Sv Servidor,

Miguel Michael


PD: ¿Llegando (a) la paz?







Texto: Duhalde Daft Punk.
Imagen: Mark Ryden, "The Angel Of Meat".

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